domingo, 22 de febrero de 2015

22 de febrero: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»

CRECER CREYENDO:










Mc (1,12-15):

En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.
Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»

Palabra del Señor


 COMENTARIO:
Marco: Jesús acaba de ser bautizado en el Jordán. En una visión apocalíptica, se nos brinda la oportunidad de comprender en ella la llamada de Jesús a su misión y tarea de Siervo de Yahvé y Mesías con el don del Espíritu que desciende sobre él. A continuación, Jesús se retira al desierto y es tentado. El narrador afirma en este episodio que Jesús es el Profeta esperado, el Siervo de Yahvé, el Mesías ungido por el Espíritu y el Hijo de Dios.
1) ¿Cuándo y por qué quiso ser tentado Jesús?
El relato de las tentaciones es una catequesis en la que se quiere reflejar cómo Jesús asume solidariamente los dos grandes momentos de la etapa anterior: la historia de la humanidad que, allá en el paraíso, sucumbe a la tentación y la gran peregrinación del pueblo de Dios por el desierto durante cuarenta años. Jesús se solidariza con los protagonistas de ambos acontecimientos, pero desde su singularidad, para darles respuesta adecuada y coherente. Esta presentación catequética, hay que desdoblarla y situarla en la vida histórica de Jesús, si se quiere comprender el auténtico mensaje. Quiero decir; que, siguiendo tanto el relato sinóptico como el joánico de la misión de Jesús, comprobamos que Jesús fue tentado durante todo su ministerio, para inducirlo al rechazo de la misión que en el bautismo se le encomienda y que acepta: la salvación a través del verdadero mesianismo y de la tarea de Siervo de Yahvé, que asume la responsabilidad humana. Esta tarea es escandalosa y choca con la concepción en boga en tiempos de Jesús.
2) Contenido de las tentaciones
¿Pan o Palabra de Dios? La primera, el pan, remite al milagro del maná en el desierto. La esperanza judía en el Mesías incluía la repetición y prolongación permanente del milagro del maná. Así lo deja entender claramente Jn 6, según el cual la multiplicación de los panes provoca esta exclamación de los participantes: Este es verdaderamente el profeta que iba a venir al mundo (Jn 6,14). Jesús vence la tentación retirándose a la montaña y afirmando después ante las gentes:
En verdad, en verdad os digo: vosotros me buscáis, no porque habéis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado. Obrad, no por el alimento perecedero, sino por el alimento que permanece para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre. La obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado (Jn 6,26ss). Una dramatización espléndida, pero que invita a una reflexión más atenta y cuidadosa: el plan de Dios es más profundo, aunque los bienes materiales proceden también de su bondad y son necesarios. He ahí el juego tentación-superación. Ambas cosas son necesarias, pero la Palabra de Dios va más lejos, abarca más hondamente al hombre; la Palabra le rehace más globalmente como criatura de Dios.


¿Ostentación o silenciosa eficacia salvadora? La segunda tentación es la oferta de un modo distinto de llevar adelante el plan de Dios que el que Jesús se ha atrevido a adoptar. El pueblo judío tiene otras expectativas, es decir, la liberación social, «manifestándose» como un gran líder, que conduzca al pueblo a su liberación. Pero Jesús aparece como un profeta galileo sin apariencias. Jesús es invitado a «manifestarse» públicamente en Jerusalén (Jn 7), porque ese ha de ser el camino. Pero Jesús sube a Jerusalén «en oculto». Esta dialéctica de manifestación ostentosa y de ocultación es la tentación segunda. La victoria sobre esta tentación se ilumina plenamente en la cruz liberadora de la ley, del pecado y de la muerte, pero que provoca escándalo.
¿Poder temporal o salvación total y universal? La tercera tentación hay que entenderla en un pueblo sometido duramente por los romanos (roban, violan, extorsionan sin escrúpulo) que necesita una liberación tangible que ha de realizar el Mesías. Y quieren hacerle rey, le ofrecen el liderazgo político-militar. Los zelotas están detrás de esta tentación. Ellos esperaban y colaboraban con Dios en una acción sinergética que los enemigos fueran vencidos. Pero el plan de Dios tampoco en este caso coincide con el de las expectativas de su pueblo. El poder de Dios sé manifiesta de otra manera, y Jesús quiere encarnar y realizar ese plan: Te compadeces de todos porque todo lo puedes y disimulas los pecados de los hombres para que se arrepientan (Sb 11,23). En esta realidad de la historia concreta de Jesús, las tentaciones recobran toda su viveza. Durante su ministerio tuvo que enfrentarse constantemente con gentes que le tentaban, le ponían a prueba insistentemente hasta abocar en la prueba final de la cruz, como recuerda Lucas: Acabada toda tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo (kairós) oportuno (Le 4,13).
Este primer domingo, nos invita, a la vez, a mirar a la primera alianza con otros ojos, y también a la alianza nueva o última con nueva esperanza. Pero para conseguir esta mirada, el secreto está en un acceso más asiduo y más auténtico a la Palabra. Cuaresma, tiempo de escucha de la Palabra del Evangelio, de reflexión, ele fidelidad. Y todo como una preparación para la Pascua. Porque el creyente es invitado aquí y ahora a vivir en camino hacia la Pascua, sin renunciar a su historia humana y en esa historia de la salvación.
Fr. Gerardo Sánchez Mielgo 
Convento de Santo Domingo. Torrent (Valencia)
http://movil.dominicos.org/

REFLEXIÓN:

Pensar sobre un SALMO. Detenerse en el camino. Orar en silencio. Dejar que la imagen del Señor en el desierto nos cale hasta sentir el calor, la sed, la soledad.
Y desde ahí, reflexionemos sobre nuestro día a día, en el trabajo, en la casa, en los trayectos, etc. Pensemos si somos una sombra que refresca a los que caminan con nosotros o un espejismo, que los confunde y desilusiona.
Es tiempo de caminar más despacio, de palparnos para ver cómo estamos, para sacudirnos el polvo de ese mismo camino, pero procurando que el recogimiento, el ayuno, no se vean como algo triste.
¡¡¡No dejemos la alegría aparcada en el Carnaval cuando empieza la Cuaresma!!!

Sal 24,4bc-5ab.6-7bc.8-9

R/.
 Tus sendas, Señor, son misericordia y lealtad
para los que guardan tu alianza


Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R/.

Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas.
Acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R/.

El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R/.

 
 
Un corazón multicolor, un corazón sano, un corazón formado por muchos hilos que interactúan porque están “manos a la obra”, porque te necesitan, como tú a ellos…Sí, hablo de nuestros alumnos/de nuestros hijos. Esos que nos agotan, nos consumen, con su energía, con sus aciertos y despropósitos. Esos que llaman nuestra atención de todas las maneras imaginables y a los que dedicamos nuestra sabiduría, nuestra vocación, nuestra salud,…
 
Por desgracia, cada vez es más frecuente encontrarse con corazones deshilachados, con corazones hechos de flecos, retales y parches. Cada vez vemos más niños violentos, mal educados, soberbios, prepotentes sin fundamento, dictadores de repúblicas bananeras que no nos llegan a la cintura. Niños aparcados, abandonados, pero que van  de mano en mano. Corazones de piedra construidos a base de ver/recibir violencia, miseria y soledad, en su día a día.
Son niños a la espera de un milagro, que ni siquiera son capaces de agarrarse, durante 5 horas, a una ilusión de normalidad, porque su normalidad es muy distinta, sus valores son otros y su necesidad mucha.

Y una vez reconocida nuestra realidad, nos encomendaremos a Madre Matilde para que sea la Cuaresma un tiempo entre costuras. Que, al igual que no nos faltan la fe ni la vocación, no nos falten medios ni las herramientas para recomponer corazones, a sabiendas de que los resultados serán a largo plazo, porque esa es nuestra MISIÓN.

 
       
Si alguna vez olvido quien soy...Ven y llévame al mar para que me funda en su azul...Dile a la luna llena que necesito verla...Y a las estrellas que vigilen que no me apague...Recuérdame cada intento...Para que recuerde que fui capaz...Enséñame montañas, sonrisas y nubes...Y dime que me esperan...Tararéame bajito y balancea mi cintura para que la música regrese a mis pulmones...Susúrrame un "te quiero" para que mi corazón recuerde lo que es latir...Dime que los sueños son más reales que la realidad y que me esperas allí para demostrármelo...Tráeme lluvias y tormentas para poder resguardarme en casa...Inventa fantasmas y fantasías que hagan temblar mi piel...Abre puertas que resuciten mi alma y me devuelvan la fe...Átame a tu abrazo y no me dejes escapar...Mírame a los ojos para que los tuyos griten mi nombre y me reconozca de nuevo...Y hazme saber que el amanecer no amanece sin mi despertar...Si alguna vez olvido quien soy...Por favor.. No lo olvides tú...
Fina Tur.

Cierro esta reflexión trayéndoos un desierto con el que cada vez tenemos, por desgracia, más relación: el desierto del olvido.
Algunos de vosotros me precedéis en atravesarlo y podéis dar testimonio de lo que os hablo.
También es verdad que para cada uno este desierto se presenta de una manera diferente y en momentos de la vida muy distintos. Sus dunas, sus vientos, sus cambios de temperatura y sus tormentas nos interrogan siempre sobre lo que somos, sobre cómo son de fuertes nuestros valores, sobre cuál es nuestra capacidad de sacrificio o de maniobra.
Y aquí brilla, con luz propia, la figura del cuidador. La persona que está donde nosotros no llegamos, la compañía impagable y nuestro seguro de vida. Yo tengo que dar gracias a Dios por ellos, sean de mi misma sangre o sean por su oficio o vocación.

Quizá sea el tiempo en su discurrir, con los recuerdos que se amontonan.
Quizá sean las experiencias de vida, de trabajo, de relación.
Pero cada día siento con mayor claridad la presencia de Dios.

Que no nos falte la fe y la esperanza.
Que no nos falten las fuerzas y la salud.
Que no nos falte, nunca, el amor.

PAZ Y BIEN.


¡ÁNIMO Y ADELANTE!

miércoles, 18 de febrero de 2015

18 de febrero: Miércoles de ceniza... "FORTALEZCAN SUS CORAZONES"


Salgo de la capilla del colegio con mis alumnos y todos, chicos y chicas, están preocupados por el resto de ceniza en su cabeza: que si lo soplan, que si no lo ven, que si les ha caido en los ojos,etc. 
¿Qué les habra quedado de la oración que hemos hecho? Sembrar es nuestro particular "Manos a la obra", como lo es recolectar, pero esto último tiene un más largo plazo. 
El rito de comienzo de CUARESMA, LA CENIZA, es el pistoletazo de salida a un camino cuesta arriba y con espinas, un camino de verdad y muerte, pero cuya meta es la RESURRECCIÓN. Trasladar este mensaje a los alumnos es nuestra MISIÓN. Por desgracia estamos muy solos en esta tarea. Las familias, en su gran mayoría, no siguen nuestro calendario, no fomentan nuestros valores. Estamos, como Jesús, en el desierto.
De la fortaleza de nuestro corazón depende casi todo.Que la próxima generación camine con nosotros es un objetivo legítimo, pues somos transmisores de LA BUENA NOTICIA, del MENSAJE DEL AMOR. pero para que el proceso llegue a buen término tenemos que trabajar mucho, pues solo si somos ejemplo de LA PALABRA lo conseguiremos.

Por esa razón traigo aquí las palabras del PAPA FRANCISCO.
Espero que nos sirvan a todos.
Y recordad: "CREE EN JESÚS Y SIGUE SU EVANGELIO." 
AMÉN.




«Fortalezcan sus corazones» (St 5,8)
Queridos hermanos y hermanas:
La Cuaresma es un tiempo de renovación para la Iglesia, para las comunidades y para cada creyente. Pero sobre todo es un «tiempo de gracia» (2 Co 6,2). Dios no nos pide nada que no nos haya dado antes: «Nosotros amemos a Dios porque él nos amó primero» (1 Jn 4,19). Él no es indiferente a nosotros. Está interesado en cada uno de nosotros, nos conoce por nuestro nombre, nos cuida y nos busca cuando lo dejamos.
Cada uno de nosotros le interesa; su amor le impide ser indiferente a lo que nos sucede. Pero ocurre que cuando estamos bien y nos sentimos a gusto, nos olvidamos de los demás (algo que Dios Padre no hace jamás), no nos interesan sus problemas, ni sus sufrimientos, ni las injusticias que padecen… Entonces nuestro corazón cae en la indiferencia: yo estoy relativamente bien y a gusto, y me olvido de quienes no están bien. Esta actitud egoísta, de indiferencia, ha alcanzado hoy una dimensión mundial, hasta tal punto que podemos hablar de una globalización de la indiferencia. Se trata de un malestar que tenemos que afrontar como cristianos.
Cuando el pueblo de Dios se convierte a su amor, encuentra las respuestas a las preguntas que la historia le plantea continuamente. Uno de los desafíos más urgentes sobre los que quiero detenerme en este Mensaje es el de la globalización de la indiferencia.
La indiferencia hacia el prójimo y hacia Dios es una tentación real también para los cristianos. Por eso, necesitamos oír en cada Cuaresma el grito de los profetas que levantan su voz y nos despiertan.
Dios no es indiferente al mundo, sino que lo ama hasta el punto de dar a su Hijo por la salvación de cada hombre. En la encarnación, en la vida terrena, en la muerte y resurrección del Hijo de Dios, se abre definitivamente la puerta entre Dios y el hombre, entre el cielo y la tierra.
Y la Iglesia es como la mano que tiene abierta esta puerta mediante la proclamación de la Palabra, la celebración de los sacramentos, el testimonio de la fe que actúa por la caridad (cf. Ga 5,6). Sin embargo, el mundo tiende a cerrarse en sí mismo y a cerrar la puerta a través de la cual Dios entra en el mundo y el mundo en Él. Así, la mano, que es la Iglesia, nunca debe sorprenderse si es rechazada, aplastada o herida.
El pueblo de Dios, por tanto, tiene necesidad de renovación, para no ser indiferente y para no cerrarse en sí mismo. Querría proponerles tres pasajes para meditar acerca de esta renovación.
1. «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1 Co 12,26) – La Iglesia
La caridad de Dios que rompe esa cerrazón mortal en sí mismos de la indiferencia, nos la ofrece la Iglesia con sus enseñanzas y, sobre todo, con su testimonio. Sin embargo, sólo se puede testimoniar lo que antes se ha experimentado. El cristiano es aquel que permite que Dios lo revista de su bondad y misericordia, que lo revista de Cristo, para llegar a ser como Él, siervo de Dios y de los hombres.
Nos lo recuerda la liturgia del Jueves Santo con el rito del lavatorio de los pies. Pedro no quería que Jesús le lavase los pies, pero después entendió que Jesús no quería ser sólo un ejemplo de cómo debemos lavarnos los pies unos a otros. Este servicio sólo lo puede hacer quien antes se ha dejado lavar los pies por Cristo. Sólo éstos tienen "parte" con Él (Jn 13,8) y así pueden servir al hombre.

La Cuaresma es un tiempo propicio para dejarnos servir por Cristo y así llegar a ser como Él. Esto sucede cuando escuchamos la Palabra de Dios y cuando recibimos los sacramentos, en particular la Eucaristía. En ella nos convertimos en lo que recibimos: el cuerpo de Cristo. En él no hay lugar para la indiferencia, que tan a menudo parece tener tanto poder en nuestros corazones. Quien es de Cristo pertenece a un solo cuerpo y en Él no se es indiferente hacia los demás. «Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro es honrado, todos se alegran con él» (1 Co 12,26).
La Iglesia es communio sanctorum porque en ella participan los santos, pero a su vez porque es comunión de cosas santas: el amor de Dios que se nos reveló en Cristo y todos sus dones. Entre éstos está también la respuesta de cuantos se dejan tocar por ese amor. En esta comunión de los santos y en esta participación en las cosas santas, nadie posee sólo para sí mismo, sino que lo que tiene es para todos.
Y puesto que estamos unidos en Dios, podemos hacer algo también por quienes están lejos, por aquellos a quienes nunca podríamos llegar sólo con nuestras fuerzas, porque con ellos y por ellos rezamos a Dios para que todos nos abramos a su obra de salvación.
2. «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9) – Las parroquias y las comunidades
Lo que hemos dicho para la Iglesia universal es necesario traducirlo en la vida de las parroquias y comunidades. En estas realidades eclesiales ¿se tiene la experiencia de que formamos parte de un solo cuerpo? ¿Un cuerpo que recibe y comparte lo que Dios quiere donar? ¿Un cuerpo que conoce a sus miembros más débiles, pobres y pequeños, y se hace cargo de ellos? ¿O nos refugiamos en un amor universal que se compromete con los que están lejos en el mundo, pero olvida al Lázaro sentado delante de su propia puerta cerrada? (cf. Lc 16,19-31).
Para recibir y hacer fructificar plenamente lo que Dios nos da es preciso superar los confines de la Iglesia visible en dos direcciones.
En primer lugar, uniéndonos a la Iglesia del cielo en la oración. Cuando la Iglesia terrenal ora, se instaura una comunión de servicio y de bien mutuos que llega ante Dios. Junto con los santos, que encontraron su plenitud en Dios, formamos parte de la comunión en la cual el amor vence la indiferencia.
La Iglesia del cielo no es triunfante porque ha dado la espalda a los sufrimientos del mundo y goza en solitario. Los santos ya contemplan y gozan, gracias a que, con la muerte y la resurrección de Jesús, vencieron definitivamente la indiferencia, la dureza de corazón y el odio. Hasta que esta victoria del amor no inunde todo el mundo, los santos caminan con nosotros, todavía peregrinos. Santa Teresa de Lisieux, doctora de la Iglesia, escribía convencida de que la alegría en el cielo por la victoria del amor crucificado no es plena mientras haya un solo hombre en la tierra que sufra y gima: «Cuento mucho con no permanecer inactiva en el cielo, mi deseo es seguir trabajando para la Iglesia y para las almas» (Carta 254,14 julio 1897).
También nosotros participamos de los méritos y de la alegría de los santos, así como ellos participan de nuestra lucha y nuestro deseo de paz y reconciliación. Su alegría por la victoria de Cristo resucitado es para nosotros motivo de fuerza para superar tantas formas de indiferencia y de dureza de corazón.
Por otra parte, toda comunidad cristiana está llamada a cruzar el umbral que la pone en relación con la sociedad que la rodea, con los pobres y los alejados. La Iglesia por naturaleza es misionera, no debe quedarse replegada en sí misma, sino que es enviada a todos los hombres.
Esta misión es el testimonio paciente de Aquel que quiere llevar toda la realidad y cada hombre al Padre. La misión es lo que el amor no puede callar. La Iglesia sigue a Jesucristo por el camino que la lleva a cada hombre, hasta los confines de la tierra (cf. Hch 1,8). Así podemos ver en nuestro prójimo al hermano y a la hermana por quienes Cristo murió y resucitó. Lo que hemos recibido, lo hemos recibido también para ellos. E, igualmente, lo que estos hermanos poseen es un don para la Iglesia y para toda la humanidad.
Queridos hermanos y hermanas, cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia.
3. «Fortalezcan sus corazones» (St 5,8) – La persona creyente
También como individuos tenemos la tentación de la indiferencia. Estamos saturados de noticias e imágenes tremendas que nos narran el sufrimiento humano y, al mismo tiempo, sentimos toda nuestra incapacidad para intervenir. ¿Qué podemos hacer para no dejarnos absorber por esta espiral de horror y de impotencia?
En primer lugar, podemos orar en la comunión de la Iglesia terrenal y celestial. No olvidemos la fuerza de la oración de tantas personas. La iniciativa 24 horas para el Señor, que deseo que se celebre en toda la Iglesia —también a nivel diocesano—, en los días 13 y 14 de marzo, es expresión de esta necesidad de la oración.
En segundo lugar, podemos ayudar con gestos de caridad, llegando tanto a las personas cercanas como a las lejanas, gracias a los numerosos organismos de caridad de la Iglesia. La Cuaresma es un tiempo propicio para mostrar interés por el otro, con un signo concreto, aunque sea pequeño, de nuestra participación en la misma humanidad.
Y, en tercer lugar, el sufrimiento del otro constituye un llamado a la conversión, porque la necesidad del hermano me recuerda la fragilidad de mi vida, mi dependencia de Dios y de los hermanos. Si pedimos humildemente la gracia de Dios y aceptamos los límites de nuestras posibilidades, confiaremos en las infinitas posibilidades que nos reserva el amor de Dios. Y podremos resistir a la tentación diabólica que nos hace creer que nosotros solos podemos salvar al mundo y a nosotros mismos.
Para superar la indiferencia y nuestras pretensiones de omnipotencia, quiero pedir a todos que este tiempo de Cuaresma se viva como un camino de formación del corazón, como dijo Benedicto XVI (Ct. enc. Deus caritas est, 31).
Tener un corazón misericordioso no significa tener un corazón débil. Quien desea ser misericordioso necesita un corazón fuerte, firme, cerrado al tentador, pero abierto a Dios. Un corazón que se deje impregnar por el Espíritu y guiar por los caminos del amor que nos llevan a los hermanos y hermanas. En definitiva, un corazón pobre, que conoce sus propias pobrezas y lo da todo por el otro.
Por esto, queridos hermanos y hermanas, deseo orar con ustedes a Cristo en esta Cuaresma: "Fac cor nostrum secundum Cor tuum": "Haz nuestro corazón semejante al tuyo" (Súplica de las Letanías al Sagrado Corazón de Jesús). De ese modo tendremos un corazón fuerte y misericordioso, vigilante y generoso, que no se deje encerrar en sí mismo y no caiga en el vértigo de la globalización de la indiferencia.
Con este deseo, aseguro mi oración para que todo creyente y toda comunidad eclesial recorra provechosamente el itinerario cuaresmal, y les pido que recen por mí. Que el Señor los bendiga y la Virgen los guarde.
Vaticano, 4 de octubre de 2014
Fiesta de san Francisco de Asís
FRANCISCUS PP.

domingo, 15 de febrero de 2015

15 de febrero:"Si quieres, puedes limpiarme."

CRECER CREYENDO:


En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: «Si quieres, puedes limpiarme.»
Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Quiero: queda limpio.» 
La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.
Él lo despidió, encargándole severamente: «No se lo digas a nadie; pero, para que conste, ve a presentarte al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés.»
Pero, cuando se fue, empezó a divulgar el hecho con grandes ponderaciones, de modo que Jesús ya no podía entrar abiertamente en ningún pueblo, se quedaba fuera, en descampado; y aun así acudían a él de todas partes.

Palabra del Señor


COMENTARIO:
DIOS ACOGE A LOS “IMPUROS”
De forma inesperada, un leproso «se acerca a Jesús». Según la ley, no puede entrar en contacto con nadie. Es un «impuro» y ha de vivir aislado. Tampoco puede entrar en el templo. ¿Cómo va a acoger Dios en su presencia a un ser tan repugnante? Su destino es vivir excluido. Así lo establece la ley.
A pesar de todo, este leproso desesperado se atreve a desafiar todas las normas. Sabe que está obrando mal. Por eso se pone de rodillas. No se arriesga a hablar con Jesús de frente. Desde el suelo, le hace esta súplica: «Si quieres, puedes limpiarme». Sabe que Jesús lo puede curar, pero ¿querrá limpiarlo?, ¿se atreverá a sacarlo de la exclusión a la que está sometido en nombre de Dios?
Sorprende la emoción que le produce a Jesús la cercanía del leproso. No se horroriza ni se echa atrás. Ante la situación de aquel pobre hombre, «se conmueve hasta las entrañas». La ternura lo desborda. ¿Cómo no va a querer limpiarlo él, que solo vive movido por la compasión de Dios hacia sus hijos e hijas más indefensos y despreciados?
Sin dudarlo, «extiende la mano» hacia aquel hombre y «toca» su piel despreciada por los puros. Sabe que está prohibido por la ley y que, con este gesto, está reafirmando la trasgresión iniciada por el leproso. Solo lo mueve la compasión: «Quiero: queda limpio».
Esto es lo que quiere el Dios encarnado en Jesús: limpiar el mundo de exclusiones que van contra su compasión de Padre. No es Dios quien excluye, sino nuestras leyes e instituciones. No es Dios quien margina, sino nosotros. En adelante, todos han de tener claro que a nadie se ha de excluir en nombre de Jesús.
Seguirle a él significa no horrorizarnos ante ningún impuro ni impura. No retirar a ningún «excluido» nuestra acogida. Para Jesús, lo primero es la persona que sufre y no la norma. Poner siempre por delante la norma es la mejor manera de ir perdiendo la sensibilidad de Jesús ante los despreciados y rechazados. La mejor manera de vivir sin compasión.
En pocos lugares es más reconocible el Espíritu de Jesús que en esas personas que ofrecen apoyo y amistad gratuita a prostitutas indefensas, que acompañan a enfermos de sida olvidados por todos, que defienden a homosexuales que no pueden vivir dignamente su condición… Ellos nos recuerdan que en el corazón de Dios caben todos. José Antonio Pagola
REFLEXIÓN:


Reírse de uno mismo es la mejor manera de reconocerse.
Ha sido una semana muy mala, en la salud y en la enfermedad, pero no podemos quedarnos ahí anclados. Hemos de tener ESPERANZA. EL  AMOR nos sana.
Como se va el frio, se irán los virus, los malentendidos, los “mal encarados”, los desencuentros… quizá con el bullicio del Carnaval, tal vez con la ceniza que anuncia la Cuaresma.
No podemos escapar a la rutina, pero si podemos cambiarla mínimamente. Si tenemos unas aulas poco programables, tendremos que hacer como el leproso, cumplir la ley, pero contarlo.

Parto de la idea de Jesús, Maestro, para llegar a nosotros, gentiles, maestros.
“NO SE LO DIGAS A NADIE”… y corremos a contarlo a los cuatro vientos. Tenemos la necesidad de comunicar el milagro de cada día, o, simplemente, nuestra realidad a la espera de ese milagro.


Vivimos con la certeza de una esperanza, sabedores de que se nos pide mucho. Pero, precisamente por eso, no podemos ser ajenos a lo que nos rodea.
Quiero ser aliento, refuerzo, refresco y refrigerio con estas palabras prestadas. ¡Así sea!









sábado, 14 de febrero de 2015

14 de FEBRERO: ¡¡¡QUE TODA NUESTRA VIDA SEA UN ACTO DE AMOR!!!

 

San Valentín es un santo romano ampliamente reconocido del siglo tercero que se conmemora el 14 de febrero y asociado desde la Alta Edad Media con una tradición del amor cortés.

¿Y por qué se eligió esa fecha? Porque es el día de la fiesta de un santo que tradicionalmente se ha considerado como el patrón de los jóvenes, los viajeros, los apicultores, de la conservación de la inocencia virginal —con todo lo paradójico que esto resulta— y, desde luego, de los enamorados. Se trata, usted ya lo adivinó, de San Valentín.
Según la leyenda más difundida, Valentinus —que así era su nombre— era un joven sacerdote cristiano que vivía en la Roma del siglo III bajo el gobierno del emperador Claudio II, quien había prohibido los matrimonios entre jóvenes con la idea de que los solteros sin familia eran mejores soldados. Inspirado por su fe cristiana, Valentinus empezó a celebrar matrimonios clandestinos entre jóvenes enamorados; al saberlo, el emperador lo hizo encarcelar bajo la vigilancia de un oficial llamadoAsterius, el cual, para burlarse de él, lo desafió a que con su fe le restaurara la vista a su hija ciega, JuliaValentinus invocó al Señor e hizo el milagro. A pesar de ello, el emperador Claudio ordenó el martirio y la muerte de Valentinus, quien se despidió de Julia —quien al parecer se había enamorado del joven mártir— con una carta que firmó diciendo “Tu Valentín”. De ahí que Valentín, tiempo después, fuera elevado a los altares y adorado como el protector del amor y el patrón de los enamorados. Fin. 
Una leyenda hermosa e inspiradora, sin duda. Pero el hecho es que no existe ningún registro o documento histórico que la soporte. Existió, sí, una catacumba cristiana en la Vía Flaminia —uno de los antiguos caminos que desembocaban en la Roma imperial— cuyos restos se atribuían a un cristiano de nombre Valentín, que pudo haber sido obispo de la antigua ciudad de Interamna —hoy Terni— y que fue llevado a Roma para ser martirizado y muerto durante la gran persecución de Claudio II, entre los años 270 y 273. En la Enciclopedia Católica y en otras fuentes, se habla hasta de tres mártires con el nombre de Valentín; sin embargo, su nombre no aparece en los martirologios antiguos sino hasta el siglo V, cuando el papa Gelasio I estableció su fiesta el 14 de febrero —fecha de su muerte, según la tradición—. Algunos estudiosos sostienen la hipótesis que la creación de esta fiesta en particular fue una “estrategia” cristiana para sustituir la costumbre pagana de las Lupercales, las cuales se celebraban entre los días 13 y 15 de febrero —días en que, supuestamente, las aves eligen a sus parejas— y rendían culto a Lupercio, un dios menor y patrono de los pastores, que también se asociaba con la fertilidad.
Entonces, sin ninguna certeza de su existencia, ¿cómo fue que el día se convirtió en “el día oficial del amor y la amistad” y su culto fue tan difundido en todo el mundo? Al parecer, la leyenda del santo enamorado se gestó unos diez siglos después, en la Alta Edad Media, cuando el amor cortés y sus exaltaciones estaban a la orden del día: el escritor inglés Geoffrey Chaucer refiere el culto tradicional de San Valentín y establece un vínculo del 14 de febrero con el amor romántico, a pesar de que no existen fuentes previas que den fe de lo referido por Chaucer.



Ya en el siglo XVIII, en la pujante Inglaterra, la fiesta de San Valentín se convirtió en una ocasión en la que —impulsados por protocampañas publicitarias de avezados comerciantes— los enamorados intercambiaban regalos que simbolizaban su amor: ramos de flores y tarjetas con versos y dibujos llamadas “Valentines”. En 1894, un número del Confectioner’s Journal —algo así como “el diario de los confiteros”— sostenía que tales tarjetas eran una reliquia medieval y proponían un regalo mucho más elegante y refinado: una caja de bombones, dulces o chocolates en forma de corazón. Sobra decir que el éxito de tal estrategia mercadotécnica persiste hasta hoy en todo el mundo.


El amor es un idioma, que en francés danza y acaricia mi alma.
El amor es una idea, que en castellano huele a luna y azahar.
El amor es una promesa, que en inglés recuerda tormentas y esperanzas.
El amor es un sueño, que enmudece porque cabalga sobre tus palabras.


Amor dulce.
Amor de corazón, con corazón.
Amor con o sin razón.
Amor cortés.

Amor de sal.
¡Moneda al aire!
Azar imparable.
Amor sin igual.

 
  
Amor de dos.
Amor de Dios.
Amor de tres, de cien, de mies.
Amor multicolor.


Amor pasión.
Amor fuente.
Amor oración.
Amor silente.


Amor faro, bahía, playa y mar en calma.
Amor galaxia, luz, polvo de estrellas y viento solar.
Amor fuego, chimenea, rescoldo y calor del hogar.
Amor Friki, veraz, puro y duro, con alma.

Amor Todo.

 

Como Comunidad de Oración, el AMOR, es parte fundamental de nuestra razón de ser y, a la vez, es nuestro estandarte antes de entrar en la batalla de la vida diaria.
Nuestro manantial, es el Mandamiento de Jesús.
Nuestra fuente, el sueño de Matilde.
La voluntad, como la necesidad, es virtud que cada uno aporta.
Recordemos que  es el prójimo, siempre, nuestro regalo.
Compartir el camino, nuestra mejor oportunidad. ¡AMÉN!

 


lunes, 9 de febrero de 2015

8 de febrero:«Todo el mundo te busca.»

CRECER CREYENDO:


Mc (1,29-39):

En aquel tiempo, al salir Jesús y sus discípulos de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron. Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó. Se le pasó la fiebre y se puso a servirles. Al anochecer, cuando se puso el sol, le llevaron todos los enfermos y endemoniados. La población entera se agolpaba a la puerta. Curó a muchos enfermos de diversos males y expulsó muchos demonios; y como los demonios lo conocían, no les permitía hablar. Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar. 
Simón y sus compañeros fueron y, al encontrarlo, le dijeron: «Todo el mundo te busca.»
Él les respondió: «Vámonos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he salido.»
Así recorrió toda Galilea, predicando en las sinagogas y expulsando los demonios.

Palabra del Señor

Esta es la casa de SAN PEDRO. http://es.wikipedia.org/wiki/Cafarnaum


COMENTARIO:

RETIRARSE A ORAR
En medio de su intensa actividad de profeta itinerante, Jesús cuidó siempre su comunicación con Dios en el silencio y la soledad. Los evangelios han conservado el recuerdo de una costumbre suya que causó honda impresión: Jesús solía retirarse de noche a orar.
El episodio que narra Marcos nos ayuda a conocer lo que significaba la oración para Jesús. La víspera había sido una jornada dura. Jesús «había curado a muchos enfermos». El éxito había sido muy grande. Cafarnaúm estaba conmocionada: «La población entera se agolpaba» en torno a Jesús. Todo el mundo hablaba de él.
Esa misma noche, «de madrugada», entre las tres y las seis de la mañana, Jesús se levanta y, sin avisar a sus discípulos, se retira al descampado. «Allí se puso a orar». Necesita estar a solas con su Padre. No quiere dejarse aturdir por el éxito. Solo busca la voluntad del Padre: conocer bien el camino que ha de recorrer.
Sorprendidos por su ausencia, Simón y sus compañeros corren a buscarlo. No dudan en interrumpir su diálogo con Dios. Solo quieren retenerlo: «Todo el mundo te busca». Pero Jesús no se deja programar desde fuera. Solo piensa en el proyecto de su Padre. Nada ni nadie lo apartará de su camino.
No tiene ningún interés en quedarse a disfrutar de su éxito en Cafarnaúm. No cederá ante el entusiasmo popular. Hay aldeas que todavía no han escuchado la Buena Noticia de Dios: «Vamos... para predicar también allí».
Uno de los rasgos más positivos en el cristianismo contemporáneo es ver cómo se va despertando la necesidad de cuidar más la comunicación con Dios, el silencio y la meditación. Los cristianos más lúcidos y responsables quieren arrastrar a la Iglesia de hoy a vivir de manera más contemplativa.
Es urgente. Los cristianos, por lo general, ya no sabemos estar a solas con el Padre. Los teólogos, predicadores y catequistas hablamos mucho de Dios, pero hablamos poco con él. La costumbre de Jesús se olvidó hace mucho tiempo. En las parroquias se hacen muchas reuniones de trabajo, pero no sabemos retirarnos para descansar en la presencia de Dios y llenarnos de su paz.
Cada vez somos menos para hacer más cosas. Nuestro riesgo es caer en el activismo, el desgaste y el vacío interior. Sin embargo, nuestro problema no es tener muchos problemas, sino no tener la fuerza espiritual necesaria para enfrentarnos a ellos. José Antonio Pagola

REFLEXIÓN:
Estoy harto de virus, cansado del frio. Ya sé que es INVIERNO, pero es que llevamos un comienzo de año descorazonador. Vamos cayendo todos, por turnos, para que no cierre el cole por falta de docentes en Primaria. 
Por eso traigo la luz de LA PALABRA, que sana el Espíritu, y la alegría de un patio andaluz, para “encender las ilusiones y los rosales…” de cada uno de nosotros.
 

Refugiarse en la poesía, la fotografía, la lectura o buscar el contacto con el prójimo es el bálsamo contra la soledad. Este rezo intenta ser un compendio de todo eso. No estamos solos. Somos una comunidad en oración. Somos gente…gentiles!!!



Mantener el Espíritu, cuando el cuerpo no da más de sí, es camino de santidad. ¡¡¡Esperemos llegar!!! Mientras,  no se nos olvide rezar tanto por los enfermos, para que sanen, como por los sanos, para que no enfermen…pero con alegría!!!
Paz y Bien.
¡Ánimo y Adelante!


sábado, 7 de febrero de 2015

2 de febrero: Jornada de la Vida Consagrada

HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
Basílica Vaticana
Domingo 2 de febrero de 2015


Pongamos ante los ojos de la mente el icono de María Madre que va con el Niño Jesús en brazos. Lo lleva al Templo, lo lleva al pueblo, lo lleva a encontrarse con su pueblo.
Los brazos de su Madre son como la «escalera» por la que el Hijo de Dios baja hasta nosotros, la escalera de la condescendencia de Dios. Lo hemos oído en la primera Lectura, tomada de la Carta a los Hebreos: Cristo «tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel» (2,17). Es el doble camino de Jesús: bajó, se hizo uno de nosotros, parasubirnos con Él al Padre, haciéndonos semejantes a Él.
Este movimiento lo podemos contemplar en nuestro corazón imaginando la escena del Evangelio: María que entra en el templo con el Niño en brazos. La Virgen es la que va caminando, pero su Hijo va delante de ella. Ella lo lleva, pero es Él quien la lleva a Ella por ese camino de Dios, que viene a nosotros para que nosotros podamos ir a Él.
Jesús ha recorrido nuestro camino, y nos ha mostrado el «camino nuevo y vivo» (cf. Hb 10,20) que es Él mismo. Y para nosotros, los consagrados, este es el único camino que, de modo concreto y sin alternativas, tenemos que recorrer con alegría y perseverancia. También para nosotros, los consagrados, ha abierto un camino. ¿Qué camino es ése?
Hasta en cinco ocasiones insiste el Evangelio en la obediencia de María y José a la “Ley del Señor” (cf. Lc 2,22.23.24.27.39). Jesús no vino para hacer su voluntad, sino la voluntad del Padre; y esto –dijo Él– era su «alimento» (cf. Jn 4,34). Así, quien sigue a Jesús se pone en el camino de la obediencia, imitando de alguna manera la «condescendencia» del Señor, abajándose y haciendo suya la voluntad del Padre, incluso hasta la negación y la humillación de sí mismo (cf. Flp 2,7-8). Para un religioso, caminar significa abajarse en el servicio, es decir, recorrer el mismo camino de Jesús, que «no retuvo ávidamente el ser igual a Dios» (Flp2,6). Rebajarse haciéndose siervo para servir.
Y este camino adquiere la forma de la regla, que recoge el carisma del fundador, sin olvidar que la regla insustituible, para todos, es siempre el Evangelio. El Espíritu Santo, en su infinita creatividad, lo traduce también en diversas reglas de vida consagrada que nacen todas de la sequela Christi, es decir, de este camino de abajarse sirviendo.
Mediante esta «ley» que es la regla, los consagrados pueden alcanzar la sabiduría, que no es una actitud abstracta sino obra y don del Espíritu Santo. Y signo evidente de esa sabiduría es la alegría. Sí, la alegría evangélica del religioso es consecuencia del camino de abajamiento con Jesús… Y, cuando estamos tristes, nos vendrá bien preguntarnos: «¿Cómo estoy viviendo esta dimensión kenótica?».
En el relato de la Presentación de Jesús, la sabiduría está representada por los dos ancianos, Simeón y Ana: personas dóciles al Espíritu Santo (se los nombra 3 veces), guiadas por Él, animadas por Él. El Señor les concedió la sabiduría tras un largo camino de obediencia a su ley. Obediencia que, por una parte, humilla y aniquila, pero que por otra parte levanta y custodia la esperanza, haciéndolos creativos, porque estaban llenos de Espíritu Santo. Celebran incluso una especie de liturgia en torno al Niño cuando entra en el templo: Simeón alaba al Señor y Ana «predica» la salvación (cf. Lc 2,28-32.38). Como María, también el anciano lleva al Niño en sus brazos, pero, en realidad, es el Niño quien toma y guía al anciano. La liturgia de las primeras Vísperas de la Fiesta de hoy lo expresa con claridad y belleza: «Senex puerum portabat, puer autem senem regebat». Tanto María, joven madre, como Simeón, anciano «abuelo», llevan al Niño en brazos, pero es el mismo Niño quien los guía a ellos.
Es curioso advertir que, en esta ocasión, los creativos no son los jóvenes sino los ancianos. Los jóvenes, como María y José, siguen la ley del Señor a través de la obediencia; los ancianos, como Simeón y Ana, ven en el Niño el cumplimiento de la Ley y las promesas de Dios. Y son capaces de hacer fiesta: son creativos en la alegría, en la sabiduría.
Y el Señor transforma la obediencia en sabiduría con la acción de su Espíritu Santo.
A veces, Dios puede dar el don de la sabiduría a un joven inexperto, pero a condición de que esté dispuesto a recorrer el camino de la obediencia y de la docilidad al Espíritu. Esta obediencia y docilidad no es algo teórico, sino que está bajo el régimen de la encarnación del Verbo: docilidad y obediencia a un fundador, docilidad y obediencia a una regla concreta, docilidad y obediencia a un superior, docilidad y obediencia a la Iglesia. Se trata de una docilidad y obediencia concreta.
Perseverando en el camino de la obediencia, madura la sabiduría personal y comunitaria, y así es posible también adaptar las reglas a los tiempos: de hecho, la verdadera «actualización» es obra de la sabiduría, forjada en la docilidad y la obediencia.



El fortalecimiento y la renovación de la Vida Consagrada pasan por un gran amor a la regla, y también por la capacidad decontemplar y escuchar a los mayores de la Congregación. Así, el «depósito», el carisma de una familia religiosa, queda custodiado tanto por la obediencia como por la sabiduría. Y este camino nos salva de vivir nuestra consagración de manera “light”, desencarnada, como si fuera una gnosis, que reduce la vida religiosa a una “caricatura”, una caricatura en la que se da un seguimiento sin renuncia, una oración sin encuentro, una vida fraterna sin comunión, una obediencia sin confianza y una caridad sin trascendencia.
También nosotros, como María y Simeón, queremos llevar hoy en brazos a Jesús para que se encuentre con su pueblo, y seguro que lo conseguiremos si nos dejamos poseer por el misterio de Cristo. Guiemos el pueblo a Jesús dejándonos a su vez guiar por Él. Eso es lo que debemos ser: guías guiados.

Que el Señor, por intercesión de nuestra Madre, de San José y de los santos Simeón y Ana, nos conceda lo que le hemos pedido en la Oración colecta: «Ser presentados delante de ti con el alma limpia». Así sea.





No hay muchas fotos de LAS HIJAS DE MARÍA MADRE DE LA IGLESIA, en Internet. Traigo aquí la del 125 Aniversario de su presencia en Cáceres, como recuerdo y oración en esta JORNADA DE VIDA CONSAGRADA.
¡Caminar junto a LAS AZULES!
¡Soñar el sueño de MATILDE!
¡Ánimo y Adelante!