domingo, 28 de mayo de 2017

«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».

CRECER CREYENDO:
Mt (28,16-20):

EN aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
«Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos».


Palabra del Señor

 

Salmo
Sal 46,2-3.6-7.8-9

R/.
 Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas


Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor altísimo es terrible,
emperador de toda la tierra. R/.

Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor, al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad;
tocad para nuestro Rey, tocad. R/.

Porque Dios es el rey del mundo:
tocad con maestría.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado. R/

 

COMENTARIO:
NO CERRAR EL HORIZONTE


Ocupados solo en el logro inmediato de un mayor bienestar y atraídos por pequeñas aspiraciones y esperanzas, corremos el riesgo de empobrecer el horizonte de nuestra existencia perdiendo el anhelo de eternidad. ¿Es un progreso? ¿Es un error?


Hay dos hechos que no es difícil comprobar en este nuevo milenio en el que vivimos desde hace unos años. Por una parte, está creciendo en la sociedad humana la expectativa y el deseo de un mundo mejor. No nos contentamos con cualquier cosa :necesitamos progresar hacia un mundo más digno, más humano y dichoso.


Por otra parte, está creciendo el desencanto, el escepticismo y la incertidumbre ante el futuro. Hay tanto sufrimiento absurdo en la vida de las personas y de los pueblos, tantos conflictos envenenados, tales abusos contra el Planeta, que no es fácil mantener la fe en el ser humano.


Sin embargo, el desarrollo de la ciencia y la tecnología está logrando resolver muchos males y sufrimientos. En el futuro se lograrán, sin duda, éxitos todavía más espectaculares. Aún no somos capaces de intuir la capacidad que se encierra en el ser humano para desarrollar un bienestar físico, psíquico y social.


Pero no sería honesto olvidar que este desarrollo prodigioso nos va “salvando” solo de algunos males y de manera limitada. Ahora precisamente que disfrutamos cada vez más del progreso humano, empezamos a percibir mejor que el ser humano no puede darse a sí mismo todo lo que anhela y busca.


¿Quién nos salvará del envejecimiento, de la muerte inevitable o del poder extraño del mal? No nos ha de sorprender que muchos comiencen a sentir la necesidad de algo que no es ni técnica ni ciencia ni doctrina ideológica. El ser humano se resiste a vivir encerrado para siempre en esta condición caduca y mortal.


Sin embargo, no pocos cristianos viven hoy mirando exclusivamente a la tierra. Al parecer, no nos atrevemos a levantar la mirada más allá de lo inmediato de cada día. En esta fiesta cristiana de la Ascensión del Señor quiero recordar unas palabras del aquél gran científico y místico que fue Theilhard de Chardin: “Cristianos, a solo veinte siglos de la Ascensión, ¿qué habéis hecho de la esperanza cristiana?”.

En medio de interrogantes e incertidumbres, los seguidores de Jesús seguimos caminando por la vida, trabajados por una confianza y una convicción. Cuando parece que la vida se cierra o se extingue, Dios permanece. El misterio último de la realidad es un misterio de Bondad y de Amor. Dios es una Puerta abierta a la vida que nadie puede cerrar. José Antonio Pagola Parroquia de San Vicente Martir de Abando. Bilbao

REFLEXIÓN:

Donde uno mejor está  algunos días es en la cama.
Todo sale al revés o no te sale, peleas  por tonterías y las noticias que te llegan de los que te rodean no mejoran tus esperanzas.
Te das cuenta que la crisis de los cincuenta, por la que atraviesas a trompicones, realmente no tiene edad. La cruda realidad nos muestra que los disparos de egoísmo y soledad aparecen a cualquier edad, como si el destino fuera un artillero, que nunca acierta, unas veces por tener la mira baja y otras por tenerla alta.

 

¡Y mira que uno lo intenta! Se llena de Espíritu y alza la vista al cielo, por si hoy le da al Señor por bajar en toda su Gloria y nos dejamos de aguantar tanta tontería, tanto becerro de oro con sus adoradores a juego y tanta nadería. Pero no hay suerte para el hombre honrado…
Y cuando ves, un día más, que eso no ocurre, te vistes de torero, como casi siempre, y, después de santiguarte y de besar las estampitas, sales al ruedo de la vida  con la ilusión de alcanzar la paz con uno mismo, que es la mejor forma de llevar la paz a los demás.

 

Y si la vida es sueño, yo cada vez tengo más.
Voy a lo fácil, que es no dormir, pese a que me obligo a las ocho horas en la cama.
Y salgo arrepentido, añorando las conversaciones siempre pendientes, la película que dejé de ver, el libro que tengo por leer, el ejercicio físico que me diera la puntilla, y agotado de “soñar” con los ojos abiertos.

Pero si hay una verdad que siempre me acompaña, esta es  que no sé cómo se las apaña el Señor para guiñarme un ojo cuando el depósito de la esperanza empieza a flojear.
Y es una sonrisa, una mirada, una palabra en el momento oportuno, hasta una confesión o un desahogo de otro que navega y no pilota o teme zozobrar.

Por eso no me canso de activar el protocolo de acompañamiento.

“Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos.”

Gracias por permitirme acompañaros.

¡Ánimo y adelante!


Conéctate y sigue sus huellas.








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